De los debates más encendidos en los últimos años a nivel mundial, ha sido la reforma de las pensiones. Hasta la semana pasada, en Francia, la sola subida de la edad de jubilación en dos años, puso al gobierno de Macron en aprietos.
El debate se puede seccionar en dos temas centrales. Primero, ¿qué forma debe tomar el beneficio de la pensión? Los sistemas están divididos un modelo de beneficios derivado del ahorro y redito individual o un modelo de beneficio definido de antemano y vinculado mayormente a las variables laborales y demográficas. El segundo tema es, si las pensiones debían ser, todo o parte, un gasto más del presupuesto general del Estado.
Aunque el tema de las pensiones es un tema técnico financiero, sus implicaciones laborales y económicas, lo han movido al gran teatro de la política. Allí, como es comprensible, los argumentos racionales y objetivos se confrontan a posturas ideológicas, mentiras y medias verdades, las cuales cuesta mucho debatir, particularmente cuando la gran audiencia, el trabajador o el jubilado tiene muy claro que, quiere lo más, poniendo lo menos posible.
Partamos por afirmar que el debate más enconado y donde se arguyen las falacias más increíbles se da en la defensa del mal llamado “sistema solidario”. Este sistema, conocido como “beneficio definido” ( SBD) primó en todos los programas públicos de pensiones por años. Pero ese sistema, basado en una formula a futuro, raramente devolvía un retorno económico comparable a la pensión. ¿Y cómo podría hacerlo?, si ese número no guardaba relación con la historia de retornos de las inversiones donde se depositaban los aportes. Este sistema es y fue siempre estructuralmente deficiente. Como referencia histórica, aquí en Panamá, desde 1981 mostraban el desajuste entre cotizaciones y pensiones.
Además, como el beneficio definido las variables son “man made” por lo tanto manipulables, los sindicatos y los políticos se encargaron en el tiempo de hacerlo más deficitario, subiendo beneficios y suavizando los parámetros demográficos. El sistema sobrevive sin mostrar grietas porque siendo un sistema de ahorro colectivo, donde todos es de todos, los déficits corrientes se lavaban con los aportes frescos de los que iban entrando al sistema. Mientras hubiese más nuevos cotizantes que pensionados el sistema le quitaba a uno para darle de más a otros.
Pero el mundo cambió, la gente empezó a vivir más y los jóvenes a ser menos, y con descendencias más modestas que sus abuelos. Al reducirse o extinguirse la dotación de pendejos frescos para sostener ancianos casi inmortales, el sistema se trancó y para siempre. Y allí, empezó la discusión que nos absorbe ahora.
Ante la no viabilidad del beneficio definido, surgieron dos alternativas. La más común y más política, es que se mantenga el SBD, pero que los déficits se cubran con el presupuesto general del Estado. Ese camino lo tomaron buena parte de los países europeos y hoy están ensartados en un gasto pensional que atenta cada vez más a la viabilidad de la hacienda pública. Y lo peor de esto es que han acostumbrado a la población a unos niveles de bienestar que no se pueden pagar. (De allí el reciente berrinche de los franceses, por ejemplo).
Pero un país en desarrollo como el nuestro, una pensión a cargo del Estado sería una irresponsabilidad y un insulto a los más pobres que requieren salud y educación, que no la recibirán, si hay que mantener trabajadores y jubilados que simplemente rehúsan sacrificarse por su vejez.
La otra alternativa ante el fracaso del sistema de beneficio definido, fue un cambio radical de una pensión definida, difícil de mantener y financiar, por un régimen donde de cada cual aportaba para sí, acumulando a través de su vida laboral, ahorros más intereses, que acumulaban para su pensión en el futuro. Esta es el sistema de contribución definida, Instrumentado a través de cuentas individuales, como una cuenta de banco. Y así, más de 85 países de una forma total o parcial han migrado a este sistema, Un sistema que está muy lejos de ser estable y generoso, pero que depende de la voluntad personal y de la capacidad del mercado de capitales de invertir el dinero en formas creciente y estable.
Y aquí es donde empieza a arder Troya.
Un sistema de aportes individuales donde cada uno es dueño de su futuro, es purgante para las dirigencias sindicales y los demagogos políticos porque pierden absolutamente todo el control que podrían tener sobre la fuerza laboral y la presión que podrían ejercer sobre empresas para acomodar sueldos de empleados para jubilarse mejor. La capitalización individual no se presta para demagogia porque los beneficios de jubilación no están dados por una formula laboral sino por lo beneficios y variaciones del mercado. Se acaba la manipulación política.
Y ante la negativa o más bien incapacidad de los estados de pagar la cuenta pensional, es aquí y ahora donde vemos a las centrales obreras, a los demagogos de la izquierda universitaria salir a defender con mentiras y medias verdades, un sistema fallido.
Ignoro si esta lamentable defensa es producto de la poca educación en materia económica, legal y financiera, de ingenuidad o de mala fe. Pero los argumentos mas comunes los copio aquí, con el contrargumento preciso.
La primera mentira es que sistema actual panameño puede sobrevivir sin ajustes paramétricos. Tanto la cuenta individual como el beneficio definido requieren ajuste por lo menos en los años de cotización y las cuotas. Pero el sistema de beneficio definido (SBD) para sobrevivir tendría que hacer ajustes drásticos para tratar de alcanzar la tasa de pensión actual, y encima tendría que hacer ajustes constantes a los parámetros para adecuarlos a una población cada vez más vieja y un decreciente número de cotizantes. Misión casi imposible.

La segunda mentira es que el SBD, es un sistema solidario porque supuestamente permite una transferencia generacional en el pago de pensiones. Un sistema no puede ser solidario cuando la gente se lleva mucho más de lo que puso y a costa del que viene detrás. Hoy día el sistema no tiene futuro porque los primeros se llevaron lo que han puesto los que aún no se jubilan. El sistema debe mucho más de lo que tiene. Es un asalto a las generaciones que vienen.
Derivado de los manipulados argumentos anteriores, los defensores del SBD atribuyen su insolvencia a la morosidad patronal en el pago de las cuotas y a una serie de supuestos fraudes y estafas al programa de pensiones. Ningún número que aducen está corroborado en los balances de la institución. Pero concediendo que fueran ciertos, el número mas exagerado que arguyen son 1,400 millones. Esto apenas cubriría 7 meses de jubilaciones actuales. Los invito a mirar lo que cada jubilado se lleva mensualmente por encima de lo que aportó y lo multipliquen por el número de jubilados. Allí verán la cruda realidad del déficit del SEBD.
Hay mas mentiras y medias verdades, pero mi favorita es esta. Que el sistema solidario no está sujeto a los vaivenes del mercado de inversiones y la prueba de ello es que las pensiones no tienen menoscabo, como podría tener la cuenta individual. Todos los aportes al fondo de jubilación pasan a ser invertidos en instituciones financieras o el mercado, si no fuera así , no habrá crecimiento de los aportes. Y si de verdad los fondos imputables a los aportes del SBD, no estuvieran invertidos, ¿a quién le roban el rendimiento con que crecen?
De manera que los movimientos, arriba o abajo del mercado o de tasas de interés, afecta toda la cartera de inversión. La razón por la que las pensiones del SBD la pagan integras, sin las perdidas del valor de la cartera, es porque se la quitan al ahorro colectivo o mejor expresado, le roban al resto y por esa robadera estamos donde estamos.
Sería bueno promover un debate, estrictamente en términos financieros para conjurar esta serie de desaciertos y dejar el debate en sus términos técnicos correctos.
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